Grimhilde, la malvada madrastra de Blancanieves
Érase una vez en un reino muy lejano, una reina se encontraba cosiendo junto a su ventana cuando se pincha el dedo con la aguja y la sangre de la herida cae a la nieve junto a la ventana con marco de ébano. Cuando ve la sangre en la nieve ella se dice a si misma: "¡Oh, cómo me gustaría tener una hija que tenga la piel blanca como la nieve, labios rojos como la sangre y el pelo negro como el ébano!". Poco después, la reina da a luz a una niña que tiene la piel blanca como la nieve, labios rojos como la sangre y el pelo negro como el ébano. La reina decide ponerle a su hija Blancanieves, y apenas nace la niña la reina muere.
Poco después, el rey tiene una nueva esposa, que es hermosa pero también muy vanidosa. La reina, que es una hechicera poderosa, posee un espejo mágico que responde a cualquier pregunta, a lo que a menudo se pregunta: "¿Espejito, espejito en la pared, quien en la tierra es más bella de todas?" a la que el espejo siempre responde: "Tú, mi reina, eres la más bella de todas." Pero cuando Blancanieves llega a la edad de siete años, se convierte en tan hermosa como el día, y cuando la reina le pregunta a su espejo, este responde: "Blancanieves es la más hermosa de todas."
(…)
¿Todos conocemos ésta versión del cuento, verdad? Por lo menos desde que la madrastra habla con el espejo, que es la versión Disney. En verdad, la realidad es otra muy distinta.
Allá va, la madre bondadosa y la malvada madrastra son la misma persona. ¿Cómo se os queda el cuerpo? En realidad la madre no muere en la versión de 1812, sino que acaba odiando a su propia hija, pero como eso era dar una mala imagen de las madres a los pequeñines que oían la historia, los hermanos Grimm decidieron retocar la historia en 1857.
Y yo me pregunto, ¿Por qué odia tanto a su propia hija si es sangre de su sangre? ¿No debería estar orgullosa de su obra? Es como si Miguel Ángel destrozara “El David” por ser más guapo que él.
En fin, el caso es que, como recordaréis, Maléfica estaba en posesión del libro de hechizos de Merlín y pensaba utilizarlo contra todas las principitas de cuento. Había encargado a cada antagonista encargarse de su enemiga mortal y a Grimhilde (que así se llama la reina/madrastra) la obsequia con un hechizo muy fuerte del libro.
Ya sabemos que la Reina prefiere las pociones a los embrujos y, la verdad, es que se la dan un poco mal.
Al día siguiente de la reunión se internó en un pueblo cercano para practicar el hechizo que había memorizado. Atacó a campesinos y soldados. Hubo muchas víctimas grabes pero no conseguía matar de un solo golpe.
Exasperada, decidió visitar a la bruja más cercana para pedirla consejo, la cual era, como no, nuestra querida Agata.
En esos días, la brujita lo había pasado realmente mal. Se encontraba con un gran dilema. Tendría que decidir entre asesinar a la princesa Laura o morir a manos de sus iguales. Estaba desquiciada.
Reflexionaba en ello cuando, de repente, se apareció la Reina Grimhilde en su cueva.
-“Disculpa que te moleste muchacha, pero tienes que ayudarme con un encantamiento.”- Dijo.
Agata se dio un sobresalto enorme, -“Ah…si…claro”- musitó.
-“¿Te ocurre algo niña?”-
-“No, nada. Veamos ese hechizo que se te resiste”- Dijo.
Ahora sí que estaba alterada, no podía permitir que la descubrieran, si supieran sólo que había dudado en matar a Laura… Pero entonces la vino la inspiración.
-“Tengo una idea. Te voy a preparar una poción con la que te será mucho más fácil hacer hechizos complejos.”-
-“¡Eso sería fantástico! Tú elabora tu poción, yo te espero fuera, no soporto las estrecheces de esta cueva.”-
Agata no tenía intención alguna de ayudar a Grimhilde a matar a Blancanieves, por si no lo recordáis, es hermana de Laura. Tenía intención de dar a la Reina una poción que la hiciera olvidar quién era, así, la podría reconstruir su vida y, además de convertirla en una buena persona, la tendría de su lado.
La poción estaba casi terminada cuando oyó un grito desgarrador afuera. Salió corriendo varita en mano y, al llegar a la entrada de la cueva, se quedó de piedra. Grimhilde gritaba con todas sus fuerzas mientras un enorme dragón la agarraba entre sus zarpas. A lomos del magnífico animar montaba un hombre con porte de Rey y una larga barba blanca. En sus ojos brillaba el deseo de venganza…
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